martes, 30 de octubre de 2012

Eternamente

A veces por la noche siento una profunda soledad, como cuando miras a tu alrededor en una calle abarrotada y sientes que no hay nadie, absolutamente nadie importante ahí fuera. Pues esta sensación es la misma, pero en casa, estando realmente sola.
Y es en esos momentos en que siento como los músculos de mi nuca se tensan y se me ponen los pelos de punta. Dejo de sentirme sola y siento... compañía. A veces, si me concentro mucho puedo llegar a sentir una cálida respiración que me susurra en el oído.
Me asusto, pero a la vez ansío cada noche que llegue a visitarme. Porque le echo de menos cuando no está. Porque durante el día pienso en cómo será cuando él logre alcanzarme. O cuando yo lo alcance.
Si me acerco a un espejo cuando estoy concentrada lo veo, está justo detrás de mí. Esperando, como siempre me prometió.
No puedo esperar más. Quiero ir junto a él.
Nota mis prisas, mi desesperación. Y el espejo se rompe. Sé qué es lo que tengo que hacer.
Será rápido, aunque no elegante. No todo puede ser como siempre soñé, pero no importan las maneras. Lo importante es que estaré con él.
Un movimiento rápido, fluído, y los cristales se llenaron de pétalos rojos. Y yo me levanto y alcanzó al que siempre fue el hombre de mis sueños.
Ahora podremos deambular eternamente. Juntos.