jueves, 1 de octubre de 2015

Y este cuento se ha acabado... o no.

Conocéis esa sensación de terminar un libro y querer más? Incluso cuando toda la historia importante ha concluido, incluso cuando todo parece atado y probablemente en el resto de la vida de los personajes no haya nada tan interesante como lo que ha contado el libro. Cuando lees la palabra FIN piensas en lo mucho que te gustaría leer un resumen del resto de la vida de los personajes.
En mi caso siempre pienso en el final de El Señor de los Anillos, en el que te cuentan qué pasa con Aragorn y Arwen, y con ellos te cuentan qué sucede con el resto y con toda la Tierra Media.
Eso debería haberlo en todos los libros del mundo. En todas las historias. O eso pienso yo.
Siempre he creído que esa necesidad de conocer toda la historia se debía a mi insaciable curiosidad y a mi facilidad para cogerles "cariño" a los personajes de ficción. Sin embargo, me he dado cuenta que no es solamente eso. También me cuesta finalizar historias en mi vida real. No parezco capaz de asimilar el final de una relación.
Y ya no hablo de una relación sentimental, si no con antiguos amigos que ya no lo son. Con la gente que se va de mi vida. Tardo la vida entera en asumir que ya no somos amigos, aunque en realidad lleve siglos enfadada con algunos. Cuando alguien se ha ido y hemos dejado de relacionarnos por simple distancia o cualquier otro motivo, sin ningún enfado, es aún peor. Ni os imaginais lo mucho que tardo en dejar de considerarlos amigos, pese a que probablemente no tengamos nada en común cuando nos encontremos de nuevo, salvo el tiempo de relación común, claro.
Si eso es así con los amigos, imagináis lo que me sucede con los amantes? Pues sí. No parezco entender cuándo se acaba sin remisión. Es como si no hubiera un punto y final, sólo muchos puntos y aparte. Siempre parece haber algo más que decir, aunque sea absurdo, irracional y redundante.
Pero supongo que eso no puede pasarme siempre. Algún día aprenderé, espero, a asumir que algo se ha acabado, con la velocidad esperada. Y no me agobiará dejar cosas sin decir y preguntas sin formular. O al menos eso espero.
Sin embargo, hasta entonces, seguiré buscando que sea la gente que me rodea quien me señale, amablemente o no, cuándo es el final de la historia. Y prometo escuchar con atención.