jueves, 1 de octubre de 2015

Y este cuento se ha acabado... o no.

Conocéis esa sensación de terminar un libro y querer más? Incluso cuando toda la historia importante ha concluido, incluso cuando todo parece atado y probablemente en el resto de la vida de los personajes no haya nada tan interesante como lo que ha contado el libro. Cuando lees la palabra FIN piensas en lo mucho que te gustaría leer un resumen del resto de la vida de los personajes.
En mi caso siempre pienso en el final de El Señor de los Anillos, en el que te cuentan qué pasa con Aragorn y Arwen, y con ellos te cuentan qué sucede con el resto y con toda la Tierra Media.
Eso debería haberlo en todos los libros del mundo. En todas las historias. O eso pienso yo.
Siempre he creído que esa necesidad de conocer toda la historia se debía a mi insaciable curiosidad y a mi facilidad para cogerles "cariño" a los personajes de ficción. Sin embargo, me he dado cuenta que no es solamente eso. También me cuesta finalizar historias en mi vida real. No parezco capaz de asimilar el final de una relación.
Y ya no hablo de una relación sentimental, si no con antiguos amigos que ya no lo son. Con la gente que se va de mi vida. Tardo la vida entera en asumir que ya no somos amigos, aunque en realidad lleve siglos enfadada con algunos. Cuando alguien se ha ido y hemos dejado de relacionarnos por simple distancia o cualquier otro motivo, sin ningún enfado, es aún peor. Ni os imaginais lo mucho que tardo en dejar de considerarlos amigos, pese a que probablemente no tengamos nada en común cuando nos encontremos de nuevo, salvo el tiempo de relación común, claro.
Si eso es así con los amigos, imagináis lo que me sucede con los amantes? Pues sí. No parezco entender cuándo se acaba sin remisión. Es como si no hubiera un punto y final, sólo muchos puntos y aparte. Siempre parece haber algo más que decir, aunque sea absurdo, irracional y redundante.
Pero supongo que eso no puede pasarme siempre. Algún día aprenderé, espero, a asumir que algo se ha acabado, con la velocidad esperada. Y no me agobiará dejar cosas sin decir y preguntas sin formular. O al menos eso espero.
Sin embargo, hasta entonces, seguiré buscando que sea la gente que me rodea quien me señale, amablemente o no, cuándo es el final de la historia. Y prometo escuchar con atención.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Observando fijamente una bandeja de entrada vacía.

Llevaba más de diez minutos mirando fijamente la pantalla del ordenador, sin hacer absolutamente nada, salvo respirar y parpadear, espero. Ni siquiera tenía claro que estuviera pensando en nada. Dioses, es muy frustrante sentir que los minutos se te escapan entre los dedos y no hacer nada por evitarlo.
¿Estaría en shock? ¿Cómo demonios sabe una si está en shock? Quiero decir, el pánico lo entiendo. El dolor también. Y la alegría. La felicidad me cuesta un poco más (para mí es un dilema saber cuándo se es feliz y cuando simplemente se está bien). Pero el shock... qué quieres, no sé ni como se define...
Se que no me encuentro mal, estoy muy tranquila. No hay dolor, no tengo problemas para reaccionar a la alegría. ¿Será que me he acostumbrado a esto? ¿que me da igual? O quizá es simplemente que aún no he reaccionado... Llevo toda mi vida siendo lenta, así que no tendría porqué sorprenderme... pero en el fondo creo que todos seríamos mucho más felices si, simplemente, me diera igual. Si no tengo ninguna reacción porque ya no me importa lo suficiente.
Pero si eso fuera cierto... no me quedaría atontada mirando la pantalla del ordenador, o la bandeja de entrada del mail. (Algunos diríais que sí es propio de mí, pero creedme, no lo es).
¿Entonces estoy como el resto, esperando? Espero que no, porque todos sabemos que acabaré con canas antes de que se de el milagro. Lo bueno es que estoy sentada...
Por otra parte, me encanta saber que hay gente por ahí que es tan ingenua como yo, que sigue esperando que estemos equivocados. Aunque todos sabemos que estamos equivocados. Bueno, yo no estoy equivocada, porque sé que nunca pasará nada, nada cambiará. Supongo que es mi subconsciente estúpido e ingenuo el que está confundido. Pero no mi parte racional, esa lo tiene muy claro.
Y así, entre dilemas de lo racional y lo irracional empieza esta nueva semana... ¿Qué pasará?

miércoles, 23 de septiembre de 2015

No es difícil entender que a veces hay que luchar.

Hoy estuve hablando con una amiga, una muy buena amiga. Contándole mis últimas novedades y experiencias sentimentales. 
Y he llegado a una serie de conclusiones. 
Esto no ha sido una cuestión de amor. O de querer lo suficiente. Nos queremos. Y sí que me habría gustado que este último año no hubiera pasado. Y creo que lo habríamos superado juntos si hubiéramos cambiado las cosas que había que cambiar. Creo, de verdad, que habría funcionado todo lo nuestro, a largo plazo. Me habría gustado intentarlo en serio, juntos, y a ver qué pasaba.
Pero. Siempre hay un pero. Faltaba algo. Y no era una cuestión de amor. Le faltaba el empuje, supongo.
Yo creo que para querer a alguien y darlo todo por esa persona tengo que recibir lo mismo a cambio. Creo que una relación sólo puede funcionar si ambas partes ponen de su parte todo lo posible. Si no se acomodan en lo bueno y en lo malo. Lo malo hay que intentar cambiarlo y adaptarlo, Hablar es la clave, pequeño saltamontes. Al menos para mí.
Hace falta confianza, un equilibrio. Y, sí, sacrificio, pero del bueno. 
Todos mis problemas con esto son los mismos que hubo desde el principio. Y creo que me precipité en la última conversación amorosa, pero creo que fue porque había llegado al límite y si no me paraba él yo tomaría mi decisión. Y no me paró. Claro que no crea que a nadie le sorprenda.
Y una parte de mí espera. Espera a que me llame. A que vuelva. A que me busque. A que luche.
Me encantaría que me quisiera lo suficiente y quisiera que estuviéramos juntos tanto que mereciera la pena insistir y no irse con la cabeza gacha. Sí, yo dije que se acabó. ¿Pero no merece la pena arriesgarse e insistir, al menos una vez? Eso sólo parece darme la razón a mí, parece que no era suficiente. 
Cuando fue a mí a quién dejaron yo no me fui con la cabeza gacha. Estuve ahí, intentando ser su amiga si no había nada más. Arriesgándome al rechazo porque lo quería lo suficiente para que me dijera que no. Cuando entendí que no había nada ahí, entonces me fui. Pero antes lo intenté, de una manera u otra.
No quiero decir que no fuera en serio cuando dije todo aquello. Y no sé si diría que sí aunque volviera. Pero el hecho de que no luche por mí, que no insista ni lo más mínimo, que solo baje la cabeza y lo acepte sin más... sólo me hace pensar que tenía razón y que no había un final feliz. 
El tiempo lo dirá.

martes, 22 de septiembre de 2015

Nada es suficiente

Si yo soy feliz estando contigo y tú eres feliz estando conmigo, por qué no es suficiente?
Sonríes y eres feliz cuando estoy contigo. Eso me dices siempre. Me quieres y cuando estamos juntos estás bien, todo está bien. Cuando estoy contigo me siento segura, feliz, tranquila y contenta.
Te quiero y me quieres.
Y sin embargo... sin embarg, no es y nunca será suficiente. Siempre parece haber algo incompleto.
Tú no pareces ser la persona que me complementa. Odio ser siempre la mala. No puedes imaginarte cuánto. Y estoy cansada de jugar y dudar. Cansada de tragedias.
Verdaderamente creo que podría haber salido bien. Pero parece que querer no es suficiente.
Te quiero y me quieres.
Y sin embargo no es suficiente para mí. Nunca parece ser suficiente. Sigo queriendo más, más de ti y más de mí. Más de lo que sentimos estando juntos. Necesito todo lo que puedas dar.
Y si esto es todo no es suficiente para mí.
Pero pese a todo, no puedo afirmar que no fueras para mí. Un error, una mala decisión, harán que no estemos juntos. Tantas malas decisiones que hacen que no se puedan mantener las buenas.
Suficiente dolor para que el amor no sea suficiente. Ni la comodidad. Ni siquiera la felicidad.
Me gustaría estar contigo siempre. Juntos. Tal como éramos. Felices y cómodos.
Pero tú cerraste la puerta una vez y yo no he sabido perdonar. No del todo. Y tú no has abierto la puerta con la fuerza suficiente. Y bien no es suficiente.
Espero no equivocarme. Quiero pensar que no eres la única persona en el mundo que hay para mí. Quiero decir, hay millones de personas en el mundo... malo será. Y quiero que encuentres a esa otra persona para ti, que te quiera como eres, con la que seas capaz de expresarte. Con la que no pierdas la confianza.
Te quiero y me quieres.
Pero eso ya no es suficiente. Tus dudas, nuestros miedos, mi falta de confianza y de fe en ti. Mi falta de creencia en tu amor (ambos sabemos que no has usado esa palabra). Tu falta de confianza en tus sentimientos y en ti mismo. Nuestras dudas. El dolor. Todo eso ha pesado más que el amor.
Y por eso vuelvo a cerrar esa puerta. Solo quiero salir corriendo sin mirar atrás. Si supiera que no te hago daño me iría y no volvería a mirarte a la cara. Nunca más volvería a ti. No te buscaría. Cerraría la puerta con candado y tiraría la llave.
No quiero que sufras, nunca más. Y menos por mí. Pero me quiero más de lo que te quiero y por eso mi instinto es salir corriendo, huir, no mirar atrás. Y si te he visto no me acuerdo.
Y eso es por una razón.
Porque te quiero. Y sé que me quieres. Pero me quiero más a mí misma de lo que te quiero a ti. Y de lo que tú me quieres.
Y no puedo obligarme a sentir que lo que había es suficiente.
Cómo arreglar algo del que no tienes todas las piezas?

Cuánto te quería...

jueves, 17 de septiembre de 2015

Por querer que no quede

Quiero que me quieran.
Quiero ser la primera opción. La elección inmediata. Sin dudas ni vergüenzas.
Quiero que la persona con la que esté me quiera y necesite. Que sea su prioridad. 
Quiero que sus dudas e inseguridades pesen menos que su amor por mí.
Quiero que me elija sobre todo lo demás. Y que exija y espere lo mismo de mí. 
Quiero ser su presente y su futuro. Quiero darlo todo y sentir que es lo correcto y que merece la pena. 
Quiero quererlo tanto que dar la cara por él no me haga daño o me avergüence. 
Quiero que cuando me haga llorar sea capaz de curar mis heridas. Que no pase por alto el daño. 
Quiero cuando esté con esa persona sea capaz de enfrentarse a mí tanto como yo a él. Que seamos iguales. 
Quiero querer y que me quieran. Quiero que me elijan sobre todas las demás.
Quiero las cosas claras, el café oscuro y el chocolate espeso. 

lunes, 1 de junio de 2015

El Mägo de Ôz

Porque hoy me siento solo entre la multitud  y si hay alguien que pueda entenderme, quién si no tú? 
Dime que no estoy soñando, dime que sientes lo mismo que yo. Entonces buscaré el paraíso en tu habitación.
Sentirás que mi amor tiene sed, de que una voz me susurre una caricia o me regale una ilusión. ¿Dónde estás, Libertad? Mi celda es la soledad, el silencio que no calla es el vacío de tu voz. 
No voy a dejarte nunca pues tú eres mi amor  No voy a olvidarte mientras viva  No te cambiaré, tú eres mi primer amor.
Dime en dónde encontrar en otros besos mi hogar, pues en tus brazos yo siempre dormí y me olvidé de sufrir. Solo dime por dónde estarás y si te puedo llamar, pues tengo miedo si vuelvo a caer y no me sé levantar. 

Oigo voces, seres pequeñitos. que me cambian todos los colores: rojo el mar, el campo azul y la jungla color carmín! 
Si quieres ser feliz podemos construir algunos puentes mágicos a otro lugar. 
Sobre el arco iris ya no queda sitio para mí. El camino a las estrellas hace tiempo que cerró. Sólo existe un sitio para mí. 


Ya no hay nadie que te pueda ayudar, ya no hay nada que me puedas dar. En mi alma hay una coraza hecha de dolor. Ya no hay nada que me puedas robar, ya no hay nada para ti, amor. Estoy vacío y sin lagrimas que llorar.
Brindaremos por todos los que ya no volverán. Y que os vaya bonito, nos veremos en un bar. 




lunes, 18 de mayo de 2015

Poderes extraordinarios

Vaya, quiero escribir. De verdad que tengo muchas ganas, pero no se qué es lo que quiero escribir. Ni a quién. Supongo que quiero hablar pero no se me ocurre de qué o con quién tengo ganas en realidad. Es extraño. Yo siempre quiero hablar. En fin...
Supongo que la cosa es que odio sentirme culpable, deduzco que porque en el fondo no me gusta hacer daño a la gente. Bueno, no. No es exactamente así. No me importa demasiado hacer daño a la gente, sobre todo cuando lo merecen. Pero sí que me frustra no poder arreglarlo después. Yo soy más de llamarte zorra y luego darte un beso, por ejemplo. Así que, cuando hago algo que sé que está mal, aunque tenga buenas razones para ello, si después no me puedo disculpar o explicar (pocas cosas me gustan más que explicarme) me empiezo a sentir culpable. Y me quedo con las ganas de hacer las cosas bien.
Pero claro, hay casos en los que no es posible hacer las cosas bien, porque ser bueno no significa que no duela o que no estés enfadado. A veces hacer lo correcto significa hacer lo mejor para las personas implicadas y no lo que querrías hacer. A veces ceder no es una opción. Pero claro, la gente normal después no se siente culpable. ¿Normal yo? Más quisierais...
Y la incertidumbre... esa perra mal hablada... Si tuviera un súper poder sería la empatía o la telepatía... Vamos, cotillear en las mentes de la gente a gogó. Probablemente sería una persona notablemente desequilibrada pero estaría cheíña de razón. Sin duda. Es que lo mucho que jode no saber lo que piensa la gente, estar siempre dudan de si habré hecho algo malo, si habré dicho algo incorrecto, si les habré hecho daño, si me odian, si no me odian... Dioses, es tan agotador tener que mezclarse con la gente. En cambio si supiera lo que piensan me ahorraría muchos problemas (aunque seguro que no ganaría para aspirinas).  Que dirás tú: y te quita el sueño lo que piense la gente? pues no, para que engañarnos, por norma general me da muy igual. Pero como siempre hay excepciones, hay gente que sí importa y hay acciones que provocan una reacción para la que sería fantástico estar preparada. Pero por desgracia mi único súper poder es que puedo beber leche, ya ves, triste pero cierto.
Así que seguiré frustrada por no saber que sienten o que piensan esas personas que a veces me rodean y con las que no confío en mí misma. A falta de que me lo cuenten tendré que seguir esperando mi súper poder...

miércoles, 13 de mayo de 2015

El claro del Bosque Oscuro.

A ojos humanos el bosque parecería oscuro y tétrico. Era un bosque tan antiguo que los inmensos y sabios árboles no dejaban pasar la luz del sol. Cuando los humanos atajaban por él (aunque pocos eran tan valientes o estúpidos) la mayoría tenían una extraña e inquietante sensación. Aquellos con una especial sensibilidad podían notar movimientos por el rabillo del ojo. Pero ninguno era capaz de ver o siquiera imaginar, la vida que ese bosque ocultaba.
Era el Bosque Oscuro, terreno fae. En él se encontraba la Corte de las Sombras, donde Morgana reinaba desde hacía tantos siglos que pocos podían recordar su ausencia. En el Bosque Oscuro nada era exactamente como parecía: las flores no eran sólo flores, solían tener pequeñas y delicadas sílfides. Los árboles eran en muchos casos antiguas dríades que habían decidido echar raíces, literalmente. Las ninfas, los sátiros, los changellings, los pukas, pixies... Tantos seres maravillosos. ¿Buenos? algunos, otros no, otros en parte. Como en todas partes en le reino fae había de todo. Y de lo que más había eran normas.
Las reglas eran sencillas, al menos las más básicas: No permitir ser olvidados por los humanos. No mezclarse con las otras Cortes. ¿Que quiénes son esos? Los de ahí arriba, unos. Los ángeles. Se supone que los faes tienen en parte sangre de ángel y sangre de demonio. En la Corte del Infierno está... bueno, el infierno. Sí, no se cansaron mucho buscando un nombre. Los demonios nunca fueron muy originales, salvo en formas retorcidas de tortura, quizá. Y bueno, obviamente los ángeles están pasadas las nubes. Y no, no son querubines con pinta de niños igual que los demonios no tienen todos apariencia monstruosa. Hay de todo pero... bueno... ya lo dice el poeta, no es oro todo lo que reluce. A los ángeles les gusta jugar, mandar y follar, como a todos los demás. Y por eso existen los fae, las hadas, como vosotros los llamáis.
¿Y de qué iba esta historia? Pues, por supuesto, de un amor prohibido. De qué otra cosa iba a tratar si no... Volvamos al bosque.
En lo profundo de ese oscuro bosque había un claro, un claro rodeado de piedras, que lo protegía de miradas indiscretas. Allí había un único árbol, habitado por una ninfa o dríade. Era un caso especial de dríade, ya que no tenía a su familia alrededor. Estaba completamente sola y aislada en el claro. Únicamente permitía que algunos seres pasaran por el lugar, siempre y cuando fuera en paz y durante un breve tiempo. Nunca dejaba que nadie se quedara con ella. Antaño lo había permitido, incluso se lo permitió a un ángel. Ambos supieron desde el principio que estaba prohibido y que no acabaría bien. Pero no pudieron evitarlo desde la primera vez que habían cruzado sus miradas. Se enamoraron. Pero ella no podía salir del bosque. Así que fue él quien se encargó de... mudarse, supongo que podríamos decirlo. La cuestión es que nadie debía saber hasta que punto estaban comprometidos, sólo podía ser una buena amistad, a ojos del resto del mundo. Pero es la historia de una ninfa... no podía terminar bien. Los pillaron. La nobleza se enteró y los ángeles son muchas cosas, pero no son misericordiosos (eso se lo dejan a Dios, dicen). Hubo peleas, sangre y muerte. Terminó cuando él murió a manos de sus antiguos amigos. Murió cubriéndola a ella y salvando su vida.
"Chain eilfhios a chaoidh dhut air meud mo ghaoil dhut"
Esas fueron las últimas palabras que él le dijo. Y desde entonces ella habita sola en su claro. Recordando y esperando hasta estar preparada para enraizar. Y todas las noches le dice mirando al cielo: "Chain eilfhios a chaoidh dhut air meud mo ghaoil dhut". 

lunes, 4 de mayo de 2015

Silencio

Bajo la lluvia, caminando sin mirar atrás. Escuchando el atronador silencio que salía de los auriculares. Cada paso era un chapoteo con el que borraba el reflejo de las nubes tormentosas. Las gotas de agua bajaban por su espalda pero ella apenas las notaba. No era consciente del ruido a su alrededor, apenas veía a la gente que se cruzaba. Solo el silencio y el vacío. Ese inmenso y ensordecedor silencio. No se escuchaba ni siquiera a si misma. Nada.
"Mierda! Se me paró el mp3 otra vez"
Sí. El silencio no era un metáfora. Realmente tenía unos auriculares que la aislaban del exterior y de los que no salía una nota de música. Y es que estaba tan concentrada en su desgraciada vida que ni siquiera se había dado cuenta. Igual que no había notado lo mucho que había aumentado la intensidad de la lluvia.
"Uy, bien por mí. Lo que llueve y yo en medio del monte... en fin... "
Como ya no tenía remedio y estaba a más de media hora de su casa decidió disfrutar de la lluvia y del río. Volvió a encender la música y al ritmo de David Bowie levantó la cara y disfrutó de la mojadura. Con los brazos extendidos giró sobre si misma, rodeada de casas en ruinas, malas hierbas y un río con exceso de coliformes.
"Si existe Dios... está en la lluvia".
Sonó un trueno, e incluso por encima de las dudas del Sr Bowie acerca de la posible existencia de vida en Marte, se dio cuenta de que ese momento de paz y soledad bajo la lluvia había terminado. Más le valía salir por patas. Sin correr, despacio y buena letra, recorrió el escurridizo camino que tantas veces había repetido. Siguiendo las orillas del río hasta llegar a casa. Sola y en silencio, tal y como había salido. Es verdad que en ese paseo no encontró lo que buscaba, pero consiguió estar tranquila consigo misma, algo que casi ni recordaba...

viernes, 17 de abril de 2015

Las necesidades del ser necesitado.

Una de las emociones más tristes es no sentirse necesitado. Creo. Porque no sentirse querido es terrible, pero si te necesitan (aunque no te quieran) por lo menos eres útil, y sabes que tu existencia significa algo. No me malinterpretéis, no sentirse querido es una mierda, os lo digo yo, por experiencia. Pero sigo pensando que es aún peor no sentirse necesitado. Es como si no les importaras, no te quisieran y te despreciaran, todo a la vez, con todas las redundancias. Te sientes tan... inútil. Tan vacía y tan falta de valor.
Nunca he tenido problemas (reales) de autoestima. Quiero decir, todo el mundo ha querido ser mejor de lo que es, pero no creo que eso sea por falta de amor propio sino por mero realismo, ya que no somos perfectos. Pero llegados ciertos momentos, la autoestima no es suficiente. A veces no llega con que te quieras a ti mismo. Somos seres humanos, seres sociales, por definición. Necesitamos que nos quieran y nos necesiten. Por mucho que se diga que nadie es imprescindible todos queremos serlo. Y cuando te das cuenta de que no lo eres, de que esas personas que eran vitales para ti no piensan lo mismo, entonces te das cuenta de lo pequeño que eres en el universo. El problema está en que la mayor parte de la inmensidad del universo nos importa una mierda. Me explico. A mí me da igual la gente que podría quererme si me conociera en América, por ejemplo. A mí me importa la gente que conozco, que ya he conocido a lo largo de mi vida. Y me importa cuando confío en alguno de ellos, les quiero (en las diversas manifestaciones del verbo querer) y recibo... nada. O dolor. O desprecio. O indiferencia.
¿Sabéis? Algún día me gustaría que alguien luchara por mí. Supongo que he llegado al punto en que admito que no soy imprescindible para nadie. Y que aquellos que me necesitan me pueden sustituir. Mi importancia es relativa. Todo el mundo acaba por dejar de necesitarme. Así que estoy algo cansada, del mundo, del dolor, de los sentimientos. Me gustaría que algún día, antes de que yo tenga que gritar, o llorar o romperme otra vez, venga una persona que me diga: tranquila, sé lo que te pasa, estaré aquí, contigo, y haré aquello que tú no eres capaz de hacer. Supongo que sólo quiero que venga alguien y cure mis heridas.
Y no hablo de Amor, con mayúscula. Claro que quiero estar enamorada (no, no quiero, otra vez no, aún no, nunca, duele, no más) y ser feliz por siempre jamás. Pero no me refiero a eso. No tiene que ser un enamorado quien luche por mí. Ni tiene que hacerlo todo otra persona. Supongo que sólo quiero que la gente que me quiere (que supongo que la hay) sea capaz a veces de hacer cosas que yo no soy capaz de hacer o de expresar correctamente. Pero supongo que no lo entienden. O no saben qué pueden hacer. O simplemente, no quieren. A saber.
En fin, sé que nadie luchará mis batallas por mí, pero estaría bien que las lucharan conmigo. Por lo menos en la misma medida que yo lucho por ellos.

martes, 14 de abril de 2015

Conversaciones nocturnas repetitivas y novedosas

- Mamá...
La madre dejó de fijarse en la televisión para mirar a su hija, que bajaba desde su habitación después de horas allí encerrada. Por un instante se quedó mirándola fijamente sin creerse del todo lo que veía en ella. Parecía calmada pero los ojos vacíos lo desmentían.
+ Cariño, qué pasa? estás bien?
- No lo sé, me siento rara. Me siento tranquila y calmada. Pero... también me siento ansiosa. Y no consigo dormirme ni concentrarme.
Mientras hablaba la chica se acercó a su madre y apoyó la cabeza en su regazo. Como cuando era niña y quería sentir ese incondicional amor materno. O cuando era adolescente y no sabía cómo expresarse.
+ Llevas mucho tiempo con estos altibajos. Cuando me dijiste que ya no estabais juntos no me preocupé, porque siempre he sabido que eres independiente y autosuficiente. Sé que no necesitas a ningún hombre contigo.
- Pero mamá - interrumpió ella- claro que puedo vivir sin él. Supongo que puedo vivir sin cualquiera. Pero no soy feliz. Es como si me hubieran arrancado una parte de mí. Nunca pensé que tendría que vivir sin él, porque desde la primera vez que hablamos no dejamos de hacerlo y de ser amigos. Y ahora yo he decidido que no puede estar más en mi vida, porque me hacía daño. Y no sé si me equivoqué, porque creo que me he calmado y ya no estoy hipersensible, pero sé que aún lo quiero en mi vida, sea como sea. Pero esto ya lo he dicho antes. Y ya sé cómo acaba: lloramos y uno dice que no puede más y hay que volver a apartarse y pasar con lo mismo.
A medida que hablaba la chica iba acelerando y sentía cada vez más ansiedad, agarrada a su madre y sin abrir los ojos.
- Pero aún así vuelvo a querer hablar con él. Vuelvo a querer que entre en mi vida, o encontrármelo, lo que sea. Aunque sea un patrón continuo. Incluso prefiero el dolor a que desaparezca del todo. Es horrible...
+ No lo entiendo, entonces... qué quieres?
- Yo que sé. Dejar de sentirme mal, dejar de estar triste, ansiosa, deprimida, lo que sea esto, supongo. Quiero que me vuelva a querer... es patético. Y quiero hablar con él. Que me demuestre que de verdad le importo. Pero nunca ha entendido que el silencio no es una demostración de nada. Y en estos años no fui capaz de hacérselo entender así que... en realidad no sé a qué le doy vueltas. Nada va a cambiar.
+ No sé qué puedo hacer por ti. Salvo repetirte que no has hecho nada malo. No lo has hecho mal. Y dicen que mejora. Ya encontrarás a otro. Y si no, siempre tendrás a tu madre.
-Pues mira tú, creo que solo por eso tendré que buscarme a otro. Gracias mami. Me voy a intentar dormir... otra vez.
En esta ocasión la chica durmió al cabo de unos minutos, desahogarse siempre la había relajado. En cambio fue su madre la que tardó en dormirse, preocupada por su hija. Por lo visto se habían equivocado con la importancia que tenía aquel chico en la vida de su niña.

sábado, 11 de abril de 2015

Cómo hemos cambiado. Qué lejos ha quedado...

Hace mucho tiempo, cuando aún hablábamos y nos contábamos todo, teníamos una relación especial. Creo que nunca había sido tan feliz como cuando los tres nos hicimos tan amigos. Ellos dos y yo. Recuerdo noches muy largas hablando y viendo películas. Con uno o con otro. No penséis mal, no era que me los tirara a los dos, solo eran mis amigos, muy buenos amigos.
Y uno u otro estaban siempre ahí, conmigo. La verdad es que fui muy posesiva y egoísta con ellos, supongo. Los quería para mí. Quería que estuvieran siempre disponibles para mí. Pero espero que aún así yo también fuera una buena amiga para ellos y que la importancia que ellos tenían para mí fuese equivalente a la inversa.
La cuestión es que poco a poco, lo sentimientos de él fueron... cambiando. O fueron menos sutiles. Y yo me di cuenta. Y sentía curiosidad. Y le tenía muchísimo cariño, Y me gustaba, para qué negarlo. Puede que no estuviera enamorada de él, pero... bueno. La curiosidad mató al gato (y tanto...). Y nuestras conversaciones eran muy personales. Nos contábamos todo, creo. O casi. Cada vez que yo estaba agobiada en casa o intentaba ser responsable en la facultad y no lo conseguía. Cada vez que él estaba agobiado y se iba a pasear solo en la oscuridad. Y siempre le decía: cuando estés mal llámame. No me muestres solo tu cara feliz. Supongo que no me di cuenta que debía ser yo lo que le hacía feliz (y que no se puede cambiar a un hombre). En fin... Y entonces la cosa cambió y yo tenía dudas. Y él no era tonto. Y el otro andaba por ahí, amigo de ambos. Pobre. Los tres éramos los tres pero todo se empezó a descompensar... Hasta que dejé de dudar y dar vueltas, y di el paso. Y él estaba ahí, dispuesto y feliz. Tan feliz. Intenté hacer las cosas bien... y bueno, tan mal no salieron... hasta hace poco (no volvamos a lo mismo).
La cosa es, que mirando tan y tan atrás me doy cuenta de cuánto hemos cambiado y cuánto fue cambiando la relación. La de los tres. Para bien y para mal. Madre mía, las conversaciones de entonces y las de hace tan solo un año no tienen nada que ver. ¿Cómo llegó todo a su estado actual? ¿Cuándo pusimos barreras y tabúes?
Y lo que más rabia da, es que creo que mi cambio ha sido más... suave. Soy esencialmente igual (obviemos mi estado actual de desmotivación, depresión y todas esas cosas horribles) aunque cambiara mi relación con él, aunque fuera sin querer y sin darme cuenta. Pero él... leo lo que escribía hace seis años y no sé dónde ha quedado ese chico dulce, sincero, vulnerable, bueno y detallista. ¿Qué he hecho con él? ¿Porque me parece que ha cambiado tanto? Y sé que no es verdad, que no ha cambiado tanto. Sigue siendo bueno. Y seguro que también dulce y detallista. Sé que es vulnerable. Pero conmigo... ya no lo veo. Sólo veo lo que mi cinismo y mis dudas han hecho con él. Y me siento culpable y mal, porque yo sólo quería hacerle feliz.
En una de esas conversaciones, de hace años, de antes de que todo se aclarara y diéramos el paso definitivo adelante, después de un rebote personal con pataleta incluida y provocar en él una pataleta personal y justificada, me dijo que viviría mucho mejor si fuera como el resto de "escoria humana", pero que él daba mucha más importancia a cosas como la amistad. Y esa parte horriblemente cínica de mí sólo puede pensar: ¿Te sientes bien ahora, siendo como esa escoria? ¿Tu vida es mucho más fácil y feliz?
Supongo que nunca lo sabré, porque no voy a preguntárselo (tampoco me contestaría, como si lo viera)... hay cosas que se piensan pero nunca terminan por decirse. Y él lo entenderá mejor que nadie. Aunque a estas alturas todos sabemos que me gustaría escuchar su opinión... ¿Adivináis con qué animal me comparan?

viernes, 10 de abril de 2015

Sin hablarle directamente

Cuando después de más de una semana puedo respirar profundamente, y ya no me da un vuelco el estómago cada vez que vibra el móvil (no cada vez pero sí muchas veces, no os voy a engañar), ni me entran ganas de llorar sistemáticamente cada vez que me quedo sola... es quizá el peor momento. Es cuando pienso: ¿por qué no le hablo otra vez?. Y parece que he olvidado la ira, y el dolor. Y lo estúpida que he llegado a ser.
Por suerte tengo este blog y mi nueva libreta/diario en la que le escribo todo lo que se me ocurre, todo lo que nunca le diré porque ya no hablo con él. Y sólo tengo que escribir en uno u otro sitio para que se me calme el impulso (no sois conscientes de cuántas veces al día escribo en esa libreta... ni que estuviera loca). O lo que es mejor, solo tengo que leerlo todo otra vez para recordarlo todo y mantener la sensación y no cometer el error nunca más. Porque no seré yo quién vuelva a caer. Si me necesita ya sabe donde estoy. Que por una vez no sea yo quien cometa la estupidez. Por una vez no seré yo la que suplique y necesite, la que lo de todo, la que de un paso adelante y ofrezca la mano, y ya de paso tire. Nunca más.
Lo gracioso es que, ahora que no le puedo escribir directamente a él (ni redes sociales ni por aquí, que ya dije que la anterior era la última "carta" que le escribía) se me hace extraño escribir en el blog. Me he acostumbrado tanto a referirme a él y a enviarle mensajes indirectos por estos lares internetiles que no me convence escribir otras cosas. Así que supongo que por ahora me dirigiré a vosotros, quienes leáis esto, aunque no acabo de entender por qué alguien que no nos conoce se sentiría interesado por esto... pero en fin...Bienvenidos seáis. Y si él lo lee, pues bien, por lo menos sabrá que sigo dándole vueltas y pensando en él. Que nunca le colgaré el teléfono, ni le giraré la cara. Y que soy tan estúpida que me tienta volver a caer. Y a lo mejor, sólo a lo mejor, aprende algo el muy idiota (no me preguntéis el qué).

miércoles, 8 de abril de 2015

La última carta que te escribo

En realidad no creo que sea la última. Solo es la última que vas a recibir. Tú decides si la lees o no. Te la escribo aquí, directamente a ti, para dejar las cosas claras. Para sentirme mejor conmigo misma. La sinceridad es mi nuevo mantra (¿nuevo?). Si decides seguir leyendo es tu decisión. Y si al leer el primer punto sientes algo, no te quedas totalmente indiferente te informo desde ya que algo estás haciendo mal con tu vida. Claro que podría estar hablando el despecho.

La idea de este mensaje es dejar las cosas claras, voy a mostrarte los hechos, las certezas. Y a ver si así rompo la página, ya que no soy capaz de pasarla. Vamos allá:

1. Te quiero. Y te echo de menos. Tenlo claro. Aunque nunca haya sido suficiente, por lo visto.
2. Tengo una enfermiza necesidad de tenerte en mi vida, pero por lo visto no puedo soportarlo.
3. Tú no tienes esa misma necesidad, ni esos sentimientos. Tienes a alguien que ocupa mi lugar. Y si no lo ocupa, tienes un problema, te lo repito: si ese es el caso entonces algo estás haciendo mal.
4. Quiero llamarte y hablar contigo. Sigo esperando un mensaje tuyo que diga: háblame otra vez, quiero verte.
5 Tú no esperas un mensaje mío. Y si lo haces, si esto no es un hecho... qué estás haciendo con tu vida?
6. Cada vez que salgo a la calle, vaya a donde vaya, espero verte entre la gente. Espero cruzarme contigo. Ver qué pasará. Y tengo miedo de verte (punzadas en el pecho incluidas)... porque... qué pasará?
7. Cada vez que pienso que hablas con tu novia día a día y no conmigo. Cada vez que pienso que quieres hablar con ella. Cada vez que pienso que ella te consuela se me revuelve el estómago y me cuesta respirar. Odio saber que no volveré a ser la persona que te sujete al dormir. Pero nunca volveré a serlo.
8. No somos amigos. Hace mucho que no somos amigos. Supongo que desde la primera vez que me metí en tu cama. No volveremos a serlo, desgraciadamente. Me muero por volver a ser tu amiga.

Y no se me ocurren más hechos indiscutibles. La conclusión de esto: la vida es una mierda. Me siento taaaaaan adolescente. En fin. Seguiré aquí, sea como sea.

Y nada más.
Si me necesitas, silva. Seguiré esperando oír un silbido entre el viento...

viernes, 3 de abril de 2015

Palabras que no valen nada

Voy a seguir el consejo dado, porque insultar pa´ na´es tontería...
Eres una mierda de persona, vas de bueno pero es mentira. Te escudas en tus "problemas sociales" pero es mentira. No tienes problemas para relacionarte con la gente. Sólo eres un puto cobarde de mierda, que destroza a los que le rodean porque le hicieron daño una vez. ¿Ella no te quiso? Pues lo siento mucho, de verdad. Pero igual te piensas que a los demás nunca nos rechazaron. ¿Recuerdas lo que te dolió? Pues imagínate lo que haces tú. Cabrón. Eres un egoísta.
Hablas de sacrificios. De que habrías ido a cualquier sitio por mí. Que me querías tantísimo. Que lo habrías dado todo. ¿Y qué me diste? No me diste nada. No hiciste nada. Yo te busqué a ti. Yo te dije te quiero. Yo te dije todo aquello que no parecía estar bien. Me tragué todos los malos rollos para aclararlos. Lo hice lo mejor que supe. Y tú te callaste como una puta. Como un cobarde. Preferiste hacerme creer que estábamos bien. Que la distancia no había hecho daño. Que el año siguiente todo estaba bien. Que me querías. Que no necesitabas avanzar más. Llegué un día y, oh, sorpresa, las cosas no eran como antes. Qué cosas eh? Dios, no puedes imaginar el asco que me da lo que me has hecho.
Y no porque yo fuera perfecta y tú una mierda de novio. Si no porque después has hecho que todo aquello no valiera nada. Estás haciendo que yo no valga nada. Que nosotros no fuéramos nada. Haces que todo, absolutamente todo, suene vacío.
Me querías. Pero no me dijiste que algo cambiaba. Habrías hecho cualquier cosa por mí. Pero no hablaste conmigo. Querías seguir conmigo para siempre. Pero no hiciste nada por avanzar. Querías hacer más cosas conmigo. Pero te ibas con tus amigas (a las que no te molestaste en presentarme, te imaginas porqué?) sin necesitar mi presencia. Querías que fuéramos una pareja "normal". Pero no fuiste capaz de presentarme a nadie de tu familia. ¿De verdad quieres que te diga como suena todo esto?
Y ahora. Ahora es incluso mejor. Porque no voy a entrar en tus rollitos. Ni en los meses que me tuviste en una balanza. Ni en que "ya no me veas así". Porque al fin y al cabo, eso me lo busqué solita. Claro que el que yo me lo buscara no te exime a ti. Sólo me hace a mí estúpida y a ti el mismo cobarde hipócrita. Pero incluso sin entrar en todo eso. Me dijiste que me querías mucho, muchísimo. Que me necesitabas a tu lado. Que querías y necesitabas mi amistad. Que no me veías como yo quería (porque sentías cosas por otra, sorpresa, sorpresa, quién lo iba a decir!!). Pero que era importantísima para ti. ¿Y sabes que ha pasado desde entonces? Nada. Amigos de los que hablan en facebook. De los que se cuentan básicamente nada. A ver, no me malinterpretes, es una amistad fácil, no está mal. Pero necesitar lo que se dice necesitar... Que más... A ver, somos amigos de esos que solo quedan en grupo. Que no hablan de nada realmente personal. Los sentimientos no existen. Por ejemplo, no te puedo decir que ayer me quedé hecha mierda porque fuiste con tus amiguitas a una playa al lado de mi casa, cosa que nunca hacías conmigo. Tampoco puedo decirte que me parece una mierda que no se te ocurriera decir: oye, voy hasta San****o, por si quieres tomar un café. Que vale que no habría ido, pero es lo que dirían los amigos. Somos amigos de esos que no dicen: hoy por la tarde voy al cine, sino de los que dicen: salgo a tomar el aire. Que dirás tú: te lo tengo que contar todo? no, pero mira tú, eso nos habría evitado la escena de hoy y mi drama personal. Me evitaría a mí los bajones y la ansiedad. Me evitaría el tener que encerrarme en mi habitación para que no vean mi ansiedad. Y es lo que harían los amigos, los buenos amigos.
Y por eso es que pienso que debes de ser una mierda de amigo. Pero claro, entonces recuerdo cuando sí éramos amigos y me salvaste el culo. Y me digo: no es un mal amigo y es buena persona. Pero entonces. porqué mierda me hace daño? Y me miente? Y me trata como una basura? Y sólo puedo oír la parte de mí que repite en bucle: hijo de puta. Y plantearme, una y otra vez, si acabar con esto no sería lo mejor. Si mandarlo todo a la mierda no es lo más inteligente. Sólo olvidarte, en todos los sentidos. Para siempre. No saber nada más de ti. No puede ser que doliera más.
Y es que te echaría de menos. Y te quiero muchísimo. Y te necesito en mi vida. Pero yo lo digo de verdad. Cuando digo que quiero a alguien es que le quiero. Y si necesito a alguien no paso de estar cuatro días a la semana con esa persona a no verlo en quince días. Y si digo que alguien es un amigo importante en mi vida necesito contarle las cosas importantes, como lo que siento, cuando ese sentimiento es fuerte. Y por eso dudo sobre qué hacer. Porque sé que dolería mucho, muchísimo. Y no quiero hacerlo. Pero me estás destrozando porque no aprendes. Eres incapaz de enfrentarte a las cosas. Y no puedo más.
Si tengo que elegir entre tú y yo ya no te elegiría a ti. Hace un año te habría elegido a ti con los ojos cerrados. No habría dudado. Si hubiera tenido que elegir entre tú y (casi) cualquier otra persona, te habría elegido a ti. Pero ya no. He tocado fondo y estoy harta de arrastrarme en el lodo. No puedo más. O cambias o vas a tener que buscarte otra amiga para hablar por facebook (claro, como que soy yo la amiga más importante... ya). Y creo que esto es todo. Me daré un plazo para calmarme. Pero ya está. Estoy harta de llorar por el daño que me haces.


Total, mañana me echaré atrás. Otra vez. ¿Quién  dijo que el dolor no es adictivo?

lunes, 16 de marzo de 2015

Visitas al tiempo perdido

como cuando miras atrás y ves lo pasado desde la perspectiva del presente.
Como cuando coges tu ordenador viejo y abres una carpeta para ver qué encuentras. Y te encuentras a aquella chica de quince años que pataleaba contra el mundo y las injusticias. Y te encuentras a aquella de 18 años, emocionada por su cambio de rumbo, totalmente llena de esperanzas y con un mundo nuevo frente a ella. Y a aquella de 22 años, ya no tan ingenua y más bien agobiada pero esencialmente feliz y rodeada de gente a la que quería y que la quería.
Y mientras ves todo eso, y recuerdas, una lágrima baja por la mejilla. No porque estés triste sino porque sabes que nada de eso volverá. Nunca volverás a tener 15 años, ni 18, ni 22, ni 25... no volverás a ser tan ingenua, ni vivirás todas esas primeras veces. Hay tipos de felicidad que nunca se repetirán.
Respiras. Te limpias esa lágrima perdida. Sigues respirando. Y piensas... sí, es verdad, esos tiempos ya no volverán. Pero vendrán otros. Probablemente mejores. Seguro que mejores. Habrá otras primeras veces. Nuevas primeras veces. Y segundas veces. Y terceras.
En eso consiste vivir. La vida no es una canción, es simplemente eso, vivir. Ya lo dicen, vivir es lo más peligroso que tiene la vida. Pero es lo único que te queda. Vive. Hazlo lo mejor que puedas. Disfruta de cada nuevo paso. De cada una de esas primeras veces. Llora con cada una de las decepciones. Levántate con las caídas. Respira. Y sé feliz.

Con cariño, tu yo de los 26 años, cansada, decepcionada, pero preparada para levantarse.

lunes, 9 de marzo de 2015

Recuerda para olvidar...

- Cariño, qué miras?... cariño?
Ella separó la mirada de la ventana y se giró hacia mí. La desolación con la que me encontré en esos ojos me dejó momentáneamente sin palabras.
- Mi pequeña - dije mientras corría hacia ella- lo siento tanto. Tranquila, tranquila. Se pasará. Algún día no dolerá.
Ella permaneció quieta, sin reaccionar de ninguna forma a mi abrazo y a mis palabras, que la fin y al cabo, no eran suficientes para dar consuelo, aunque mi presencia y las insuficientes palabras eran lo único que podía ofrecerle.
- Pequeña, qué puedo hacer? Hay algo que pueda hacer para que te sientas mejor?
- Hazme olvidar. Haz que deje de sentir. Necesito que se calme el dolor, no puedo aguantar más. Mamá, por favor, dame el olvido.
- Pero, si hago eso, si olvidas... si olvidas será para siempre. Lo entiendes? Jamás volverás a recordarlo, perderás todo aquello que pasasteis juntas.
- Está muerta, madre. Nunca volverá. Nada de eso volverá. Sé que debería querer recordarla, que debería honrar su recuerdo, pero duele. Duele tantísimo. Cada cosa que veo, cada cosa que hago, me la recuerdan. Y duele aquí, en el pecho. Y en la cabeza. Por los dioses madre, me duele hasta el alma. Y ya ha pasado tanto tiempo... No sé cómo superarlo. No sé cómo vivir así. Necesito olvidar. Ya no puedo seguir deambulando más tiempo.
La reina miró fijamente a su hija. Llevaba tantos años viéndola sufrir que ella tampoco tenía claro si aguantaría mucho más tiempo así. Sabía que su hija había querido a aquella humana, eso lo había tenido claro desde la primera vez que las vio juntas. Pero había subestimado la profundidad del sentimiento, del dolor que su muerte le conllevaría. Ahora ya no había más opciones, si quería el olvido eso tendría.
- Muy bien, hija. Haré lo que pides. Ya sabes cómo funciona. Va a doler. Va a doler mucho. Pero es inevitable. Concéntrate en aquello que quieres olvidar, en este caso, concéntrate en ella y todo lo que asocias con su persona será eliminado.
Agarró la cabeza de su hija, con las manos en sus sienes. Concentró su mirada en los ojos doloridos de su pequeña y poco a poco vio como esa oscuridad se eliminaba. Vio como se aclaraban y, al mismo tiempo que todo el dolor que la muerte le había provocado, el olvido también eliminó todo aquel amor. Una última lágrima resbaló por la mejilla de la princesa y la primera lágrima se deslizó por la mejilla de la reina.
- Madre, por qué lloras? Ha pasado algo?
- No cariño, tranquila. Sólo venía a buscarte y me distraje mirándote. Tienes los ojos tan parecidos a los de tu padre... En fin, vámonos. Debes acompañarme.
- Muy bien. Vamos.

jueves, 5 de marzo de 2015

Quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos...

En uno de estos días de bajón lacrimógeno, lo que me planteo ya no son los errores de mi vida sentimental, errores de los que no fui consciente hasta que ya era demasiado tarde y que no fueron únicamente míos. No, no es eso lo que pienso. Lo que me planteo es... ¿por qué al estar ahora mismo aquí no me siento como si este fuera mi lugar? Llevo tantos años luchando de una forma u otra, tanto tiempo soñando con qué haría cuando fuera mayor y ahora... ahora... ahora no sé qué es lo que quiero. Es decir, estudié una carrera, que por cierto era la carrera que soñaba desde... siempre. Desde la primera vez que vi Liberad a Willy. Y Tiburón. Y desde que me estudié los huesos del cuerpo humano. Y desde que me regalaron mi primer libro sobre mariquitas y su ciclo vital. Pero resulta que la carrera me costó sudor y lágrimas. Ansiedad. Estrés. Enfado. Orgullo, Vergüenza. Frustración. Pero era feliz, fui muy, muy feliz en esos años, pese a todo. Terminé y decidí cuál quería que fuera mi especialidad. Así que allí me fui. Y ahí aún sabía que quería no sólo ser bióloga. También antropóloga y eso me hacía feliz, me sentía muy capaz. Y entonces me dijeron que el trabajo que quería hacer no era posible. Y dije, bueno, siempre has querido seguir estudiando así que haz lo que siempre has querido, ya que puedes. Y me pongo a hacer una tesis. Y está bien. Y tengo apoyo. Y todo se hunde. Y nada es como debería. La gente se va. Me rompo. Me hundo. Nadie es suficiente. Nada de lo que hago es suficiente. Me siento incompleta e inútil. Me siento insuficiente. Da igual cuanto me esfuerce, nunca llegaré a pasar del aprobado. La constancia se escapa. Y me puede el peso de todo lo que me rodea. Me agobia el vacío. ¿Qué hago aquí? ¿Dónde está mi lugar? ¿Cómo puedo volver a sentirme feliz y satisfecha conmigo misma?
No sé la razón por la que lucho. Por la que hago que otros se sacrifiquen para ayudarme. No sé qué voy a conseguir con esto. Creo que debería buscar la respuesta fácil: un trabajo, un sueldo, una casa propia, una vida estable y tranquila. Quizá dar ese paso sea la solución. Dejarlo todo, dar la vuelta y empezar de cero. Y dejar de aspirar a destacar cuando lo único que puedo hacer es ser una más.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Actitudes imposibles

Estoy tan cansada. Tan harta. Siempre agobiada. Siempre enfadada. Siempre frustrada. Tan cansada. De los sube y baja. De dar vueltas y vueltas. De la repetición. De todo.

Quiero que todo desaparezca. El dolor. La pena. La frustración. La ira. El amor. Quiero que todos me dejen en paz y no necesitar a nadie. Estoy muy harta de necesitar compañía y apoyo. De necesitar algo que ya no está. De querer a gente que se fue sin mirar atrás.

La vida es demasiado corta para desperdiciar tanto tiempo así. Sólo quiero aceptarlo, asumirlo y darme la vuelta sin mirar atrás. Dejarla a ella atrás. Y a él. Y a todos los demás. Esos seres queridos que se van porque su vida ya no está cerca de ti y entonces ya no eres importante. Esos cuyos sentimientos cambian y no consideran que hacértelo saber sea necesario. Odio. Cuando lo pienso así sólo puedo sentir rabia. Ira. Odio.

Acaso soy estúpida? No creéis que podría entenderlo si me lo explicarais? Que podría asumirlo? No se te ocurrió que podría entender que tenías que irte porque estabas agobiada? Que podría entender que tenías que ir con ella? No se te ocurrió que podría querer seguir siendo tu amiga? Que te necesito para algo más que para una mensaje en Navidad? Se ve que no. Se ve que a ti te basta con ella. Pues me alegro por ti. Y espero que nunca te deje, porque entonces, qué harás?

Y tú, imbécil? No eres capaz de aprender? El mismo jodido error una y otra vez. No puedes decidirlo todo tú sólo. Cómo puedes ser tan listo y no entender que toda la mierda de tu cabeza nos afecta al resto? De verdad crees que estuvo bien meterte en mi cama mientras dudabas por ella? No se te ocurrió decir: no, no quiero esto, dame tiempo? No, claro, es mucho mejor dejar que eso pase y un mes después decirme que ya no me ves así, que hace meses que lo intentas pero no sientes eso por mí. Eres gilipollas o qué? No ves dónde está tu jodido error? Puedes ponerte en mi lugar e imaginar cómo me siento en este momento?

Para que el amor sea algo tan importante por lo visto es muy fácil que las cosas cambien y no hacer nada. La mentira por omisión se ve que obvia al amor y la lealtad.

Estoy muy cansada de todo. Sobre todo del dolor y la ira. No puedo entender cómo actúan personas que era importantes para mí y ya no deben serlo más. Amigos, amores y amantes. Todos. Tan cansada de todos. Y tan necesitada de muchos...

domingo, 1 de marzo de 2015

Quisiera...

Quisiera poder decir que he nacido para estar contigo. Me gustaría poder decirte que eres la persona destinada para mí. Que siempre estaremos juntos. Que somos el uno para el otro. Quisiera sentir el hilo rojo que tira de mi meñique al tuyo.

Pero no puedo.

No puedo asegurarte nada de eso. No puedo jurar que siempre estaremos juntos. Que te quiero y siempre te querré. Que eres lo más importante en mi vida. Que eres lo primero en lo que pienso al despertarme y lo último al acostarme y que siempre será así. No puedo prometerte algo que no sé. Y prometer que lo intentaré parece algo fuera de lugar, ya se sabes no lo intentes, hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes.

Pero hay una cosa que puedo prometerte. Puedo prometer que seguiré luchando hasta el día en que vuelva a ver esa sonrisa...

martes, 17 de febrero de 2015

Pongámonos en situación.

Desde la última vez que nos vimos me siento un poco insegura porque has estado distante. También puede no ser así y que a mí me lo parezca porque me siento insegura. Pero esa no es la cuestión. Después de 24 horas sin hablar casi nada empiezo a ponerme nerviosa. Puede que hayas decidido alejarte por fin. Puede que no quieras que algo así pase nunca más. Puede que te arrepientas. Puede que te dieras cuenta de que la quieres a ella y no sientes nada por mí. O puede que no. ¿Insegura yo?.

Así que después de mucho pensarlo (he tenido tiempo, ya que cada hora que no hablo contigo es una hora que dedico a pensar en cómo hablar contigo) decido que si no quieres verme más quiero saberlo, no quiero retrasar lo que sea que vaya a pasar. La paciencia no es una de mis virtudes, claro que tampoco es que tenga demasiadas.

Tras horas trabajando cuando por fin me hablas, y todo es normal, y dado que tú eres tú y no pareces tener interés en volver a verme pero yo sí tengo interés en salir de casa esta noche y, lo que es más importante, en verte, me decido a invitarte a tomar algo. Eso sí que es romper patrones, por primera vez me apetece ir a un bar y beber contigo y pasarlo bien juntos, hablar de nada, sólo estar juntos y divertirnos, como amigos que tienen muchas cosas en común.

Y eso hacemos. Salimos, bebemos, nos reímos, hacemos el idiota, como en los buenos viejos tiempos. Paseamos y en algún momento nos tocamos. Y contar lo que me gustaría entonces ya es llover sobre mojado...

Lo gracioso es que al escribir esto me doy cuenta que no creo que pueda hacerlo así, no creo que fuera capaz de decirte que nos vayamos a tomar algo, aunque me gustaría. Seguro que lo estropearía de alguna manera. Así que me quedaré callada e intentaré estar sin exigir, a ver si al final aprendo...

sábado, 14 de febrero de 2015

Como volver al hogar.

Ver que querías quedarte esa noche conmigo fue una sensación magnífica, sentí un profundo alivio porque no fui yo la única que sintió eso. Volver a tenerte en mis brazos, en mi cama, fue como volver al hogar. Hubo un momento de tanto sentimiento que no sabía si reír o llorar. Sólo podía agarrarme a ti y esperar a que se calmaran un poco nuestros corazones. Todo fue lo mismo y diferente. No fue cuestión de pasión incontrolada. De deseo. Ni siquiera fue una cuestión de amor. Sólo fue la sensación de que era lo adecuado. Era tan fácil volver a estar así que parecía erróneo no quererlo. Todo hizo clic en mi cabeza. No es más que antes, no es distinto. Es lo que es.

Me gustan las cosas como están, me gusta tenerte cerca sin presión, me gusta saber que estaremos en la vida del otro durante todo el tiempo que queramos. Me gusta no odiarte, me gusta que me gustes. Supongo que me gusta que de vez en cuando podamos estar juntos. Y me gustaría que el sentimiento fuera mutuo, aunque supongo que no volveré a estar segura de eso. Ya se verá. 

Algunos dirán que me conformo con poco. Que no deberíamos hacer las cosas así. Que yo no debería permitirlo o quererlo. Que es un error. Pero es lo que siento y lo que quiero. Y si voy a equivocarme que sea por decisión propia y conocimiento de causa. Y eso es lo que es. Si me caigo, me levantaré, igual que tú. Lo único que siempre te pediré es respeto y sinceridad. Mientras, yo te daré todo lo que pueda darte. Seguiré ahí por ti mientras pueda, mientras se me permita, mientras quiera. Porque eres parte de mi hogar y me gusta mi vida cuando tú estás cerca. Así que no te vayas de ella, vale?

miércoles, 11 de febrero de 2015

El espíritu del romanticismo

El amor esa palabra…amor mío, no te quiero por vos ni por mi ni por los dos juntos, te quiero porque no sos mía. Julio Cortazar 

El espíritu del Romanticismo no es el amor carnal. No es encontrar el amor y a la persona amada y vivir felices para siempre. El espíritu del Romanticismo es la idea del amor. Es la idea de la persona que podría hacerte feliz y con el que estarías completo. Pero sólo la idea. Nunca alcanzada. Nunca mancillada.
El Romanticismo es correr, sufrir, sangrar, llorar por el amor. Es buscar sin descanso ese rayo de luna que haga el instante perfecto. Pero una vez alcanzado... entonces termina el Romanticismo. Hasta que desaparece y vuelves a correr. Previo paso por la desesperanza y todas las fases del duelo, que hacen la búsqueda más profunda y perfecta, definiendo lo que es, en realidad, el ya mencionado Romanticismo.

Si soy romántica? Sí, sin duda. Pero no os confundáis... soy romántica en el sentido más clásico de la palabra.

El amor es un caos de luz y de tinieblas; la mujer, una amalgama de perjurios y ternura; el hombre, un abismo de grandeza y pequeñez; la vida, en fin, puede compararse a una larga cadena con eslabones de hierro y de oro. GA Bécquer.

martes, 10 de febrero de 2015

Sueños que merecen la pena...

No suelo recordar mis sueños. Pero este sí lo recuerdo. Lo recuerdo como si fuera real. Recuerdo nuestros labios mezclándose, acariciándose, jugando. Recuerdo morderte suavemente, dulcemente. Recuerdo la prisa por desnudarte, por volver a tocarte. La extraña calma al poder agarrarte. Recuerdo llevarte a mi habitación, sólo mirándote a ti. Nos recuerdo juntos, tu pelo mezclado con el mío. A mí mirándote con todo el amor y la pasión, con todo el anhelo que puedo llegar a sentir. A ti, mirándome como hacías antaño, con tanto amor, mirándome sólo a mí. Recuerdo acariciarte, sólo por el placer de tocarte. Recuerdo jugar contigo y tú conmigo. Recuerdo las travesuras. Y recuerdo despertar, sola.

domingo, 8 de febrero de 2015

Proverbios y deseos.

En el amor siempre hay uno que besa y otro que ofrece la mejilla. Proverbio francés.

Nunca he tenido del todo claro cuál de las dos situaciones sería más dura. Durante mucho tiempo yo fui, metafóricamente, quien ponía la mejilla. Y la verdad es que sentirse querida, mimada y protegida es algo que no tiene precio, algo que todo el mundo tiene derecho a experimentar. Sin embargo, también era duro sentirse culpable por no quererlo lo suficiente. Sentirte siempre en deuda e insegura por el destino que nos esperaba, por el daño que podía llegar a causarle.
En los últimos tiempos, para demostrar las vueltas que da la vida, yo soy quien besa, o quien querría besar, y él es el que ofrece la mejilla (o lo haría si no fuera tan honestamente bueno). Y por un lado es bonito darse cuenta de lo mucho que quieres a una persona y lo importante que es para ti. No porque no puedas vivir sin él, sino porque tu vida es mejor al tenerlo cerca. Pero el rechazo duele. Y la inseguridad aumenta. Pero eso se debe, probablemente, a la ausencia de besos y no a que sea yo quien los da (o los daría).

Cuando me dejo llevar y la impaciencia y ansiedad no me pueden deseo que en un futuro ambos alcancemos el equilibrio. Que ambos besemos y ofrezcamos la mejilla. Que tú me quieras tanto como yo a ti. Que podamos volver a estar juntos, pero esta vez con los mismos obejtivos. Que vuelvas a sentir lo mismo y que yo tenga la seguridad que tengo ahora en mis sentimientos. Que podamos ser una pareja mucho mejor de lo que fuimos.
O por el contrario, que ambos dejemos de sentir todo aquello más profundo que amistad. Que ambos estemos felices y tengamos una vida, y al mismo tiempo, podamos ser amigos sin problemas o dramas. Personalmente prefiero la primera opción, pero claro, es que actualmente te quiero y no veo que se vaya a pasar pronto...

Mi propósito es ser capaz de estar ahí, de quererte y esperar, hasta que nos reencontremos o hasta que se pase. Quiero ser lo mejor para los dos, sea eso lo que sea. Pero a veces pierdo el control, la paciencia, la esperanza. A veces me rindo momentáneamente y voy a necesitar que aguantes y tú no te rindas. Sigue ahí conmigo y espera hasta que nuestros sentimientos sean semejantes. En un sentido u otro. Ten paciencia, porque te quiero. Y no te lo digo como una carga sino como una ofrenda. Te quiero y lo estoy intentando. Espérame y, de vez en cuando, dame un beso.

miércoles, 4 de febrero de 2015

El tiovivo que da vueltas sin parar...

Cuando te miras en el espejo y te cuesta reconocer lo que ves. Cuando te miras y no te ves. Cuando tú misma ya no  eres tú misma. Cuando al ver el espejo no quieres el reflejo, quieres atravesarlo.
Cuando sabes que necesitas que algo cambie, salir del lugar en el que estás, pero no hay ninguna salida cercana o posible.
¿Qué hacer?

No tengo respuestas. No sé porqué las cosas son como son.
Sí se que ya no me siento yo misma, que desde hace un tiempo no sé qué ha cambiado tanto en mí. Soy como ese tiovivo desbocado que rueda y rueda sin parar, hasta que hasta el más terco acaba mareado y débil. O mejor, como una montaña rusa que sube, baja y da vueltas, hasta que no sabes cómo va a terminar. Soy como un yo-yo que sube y baja a base de tirones.

Pero yo no era así. Yo era dura y resistente. Y ahora sólo soy una sombra de lo que un día fui. Como una marioneta sin cordones para dirigirla. O un pájaro sin alas. Aunque en realidad no es que no tenga alas, es que no sé qué hacer con ellas. O con quien.

Me siento tan sola que no sé qué hacer conmigo misma. Es muy irónico viniendo de alguien a quien le encantaba estar sola. Y ahora, los que hay no son suficientes. Porque otros se fueron. Porque las rutinas cambiaron y no sé cómo salir de donde estoy. No sé cómo hacer las cosas bien.

Yo sólo quiero que todo se estabilice, se cambie y volver a sentirme cómoda con mi vida y conmigo. Pero no sé cómo hacerlo. Y tampoco quién puede ayudarme.

Pero algún día lo sabré, algún día volveré a tener la cabeza en silencio, sin escuchar esa insidiosa voz que me desequilibra. Algún día volveré a ser solamente yo. Y a estar feliz siendo simplemente eso, yo. Sólo necesito paciencia...

miércoles, 28 de enero de 2015

Escucha mis gritos

¿Algún día lo entenderás? ¿Entenderás por fin qué significa que no te voy a exigir nada, a pedir nada? ¿Te llegarán mis silenciosos gritos?
Si pudieras entenderlo, si pudieras comprender que lo único que yo quería, lo único que quiero es que lo hagas. Sólo quería que lucharas, que me demostraras que te importaba y me querías. Sólo esperaba que en algún momento tú movieras ficha. Supongo que, en realidad, quería que fueras algo que no eres, y ese es mi error.
¿Y qué hago ahora? ¿Me voy sin mirar atrás? No puedo. Bueno, sí puedo, pero no quiero. ¿Suplico? Puedo pero tampoco quiero. Si lo hiciera me odiaría a mí misma tanto como puedo llegar a odiarte a ti. ¿Sigo sujetando la herida hasta que deje de sangrar? ¿Sigo esperando a que vengas y lo cures milagrosamente? ¿Y si no hay cura? ¿Y si estás más herido que yo? Hace un tiempo simplemente pensar que podrías estar herido me habría hecho llamarte, ir a ti, preocuparme, asegurarme de que si no era yo alguien pudiera llegar a ti. Pero ya no es mi obligación. Mejor dicho, ya no es mi derecho. ¿Y qué hago con lo que siento? ¿qué hago si sé que sigue sin ser suficiente pero es más (mucho más) de lo que siempre pensé que era? ¿qué hago con toda la mierda que tengo dentro y que me destroza?

Si pudieras oír mis gritos. Si pudieras calmar mi dolor. Si entendieras que no te pido las cosas porque las quiero tanto que no puedo seguir siendo yo quien lo ofrezca todo, quien lo arriesgue todo, quien se destroce las manos intentando salir de esta habitación insonorizada... porque es mejor estar rota que totalmente destrozada.

Por favor. Sólo entiéndelo. Y dámelo.