miércoles, 28 de enero de 2015

Escucha mis gritos

¿Algún día lo entenderás? ¿Entenderás por fin qué significa que no te voy a exigir nada, a pedir nada? ¿Te llegarán mis silenciosos gritos?
Si pudieras entenderlo, si pudieras comprender que lo único que yo quería, lo único que quiero es que lo hagas. Sólo quería que lucharas, que me demostraras que te importaba y me querías. Sólo esperaba que en algún momento tú movieras ficha. Supongo que, en realidad, quería que fueras algo que no eres, y ese es mi error.
¿Y qué hago ahora? ¿Me voy sin mirar atrás? No puedo. Bueno, sí puedo, pero no quiero. ¿Suplico? Puedo pero tampoco quiero. Si lo hiciera me odiaría a mí misma tanto como puedo llegar a odiarte a ti. ¿Sigo sujetando la herida hasta que deje de sangrar? ¿Sigo esperando a que vengas y lo cures milagrosamente? ¿Y si no hay cura? ¿Y si estás más herido que yo? Hace un tiempo simplemente pensar que podrías estar herido me habría hecho llamarte, ir a ti, preocuparme, asegurarme de que si no era yo alguien pudiera llegar a ti. Pero ya no es mi obligación. Mejor dicho, ya no es mi derecho. ¿Y qué hago con lo que siento? ¿qué hago si sé que sigue sin ser suficiente pero es más (mucho más) de lo que siempre pensé que era? ¿qué hago con toda la mierda que tengo dentro y que me destroza?

Si pudieras oír mis gritos. Si pudieras calmar mi dolor. Si entendieras que no te pido las cosas porque las quiero tanto que no puedo seguir siendo yo quien lo ofrezca todo, quien lo arriesgue todo, quien se destroce las manos intentando salir de esta habitación insonorizada... porque es mejor estar rota que totalmente destrozada.

Por favor. Sólo entiéndelo. Y dámelo.