lunes, 9 de marzo de 2015

Recuerda para olvidar...

- Cariño, qué miras?... cariño?
Ella separó la mirada de la ventana y se giró hacia mí. La desolación con la que me encontré en esos ojos me dejó momentáneamente sin palabras.
- Mi pequeña - dije mientras corría hacia ella- lo siento tanto. Tranquila, tranquila. Se pasará. Algún día no dolerá.
Ella permaneció quieta, sin reaccionar de ninguna forma a mi abrazo y a mis palabras, que la fin y al cabo, no eran suficientes para dar consuelo, aunque mi presencia y las insuficientes palabras eran lo único que podía ofrecerle.
- Pequeña, qué puedo hacer? Hay algo que pueda hacer para que te sientas mejor?
- Hazme olvidar. Haz que deje de sentir. Necesito que se calme el dolor, no puedo aguantar más. Mamá, por favor, dame el olvido.
- Pero, si hago eso, si olvidas... si olvidas será para siempre. Lo entiendes? Jamás volverás a recordarlo, perderás todo aquello que pasasteis juntas.
- Está muerta, madre. Nunca volverá. Nada de eso volverá. Sé que debería querer recordarla, que debería honrar su recuerdo, pero duele. Duele tantísimo. Cada cosa que veo, cada cosa que hago, me la recuerdan. Y duele aquí, en el pecho. Y en la cabeza. Por los dioses madre, me duele hasta el alma. Y ya ha pasado tanto tiempo... No sé cómo superarlo. No sé cómo vivir así. Necesito olvidar. Ya no puedo seguir deambulando más tiempo.
La reina miró fijamente a su hija. Llevaba tantos años viéndola sufrir que ella tampoco tenía claro si aguantaría mucho más tiempo así. Sabía que su hija había querido a aquella humana, eso lo había tenido claro desde la primera vez que las vio juntas. Pero había subestimado la profundidad del sentimiento, del dolor que su muerte le conllevaría. Ahora ya no había más opciones, si quería el olvido eso tendría.
- Muy bien, hija. Haré lo que pides. Ya sabes cómo funciona. Va a doler. Va a doler mucho. Pero es inevitable. Concéntrate en aquello que quieres olvidar, en este caso, concéntrate en ella y todo lo que asocias con su persona será eliminado.
Agarró la cabeza de su hija, con las manos en sus sienes. Concentró su mirada en los ojos doloridos de su pequeña y poco a poco vio como esa oscuridad se eliminaba. Vio como se aclaraban y, al mismo tiempo que todo el dolor que la muerte le había provocado, el olvido también eliminó todo aquel amor. Una última lágrima resbaló por la mejilla de la princesa y la primera lágrima se deslizó por la mejilla de la reina.
- Madre, por qué lloras? Ha pasado algo?
- No cariño, tranquila. Sólo venía a buscarte y me distraje mirándote. Tienes los ojos tan parecidos a los de tu padre... En fin, vámonos. Debes acompañarme.
- Muy bien. Vamos.

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