miércoles, 13 de mayo de 2015

El claro del Bosque Oscuro.

A ojos humanos el bosque parecería oscuro y tétrico. Era un bosque tan antiguo que los inmensos y sabios árboles no dejaban pasar la luz del sol. Cuando los humanos atajaban por él (aunque pocos eran tan valientes o estúpidos) la mayoría tenían una extraña e inquietante sensación. Aquellos con una especial sensibilidad podían notar movimientos por el rabillo del ojo. Pero ninguno era capaz de ver o siquiera imaginar, la vida que ese bosque ocultaba.
Era el Bosque Oscuro, terreno fae. En él se encontraba la Corte de las Sombras, donde Morgana reinaba desde hacía tantos siglos que pocos podían recordar su ausencia. En el Bosque Oscuro nada era exactamente como parecía: las flores no eran sólo flores, solían tener pequeñas y delicadas sílfides. Los árboles eran en muchos casos antiguas dríades que habían decidido echar raíces, literalmente. Las ninfas, los sátiros, los changellings, los pukas, pixies... Tantos seres maravillosos. ¿Buenos? algunos, otros no, otros en parte. Como en todas partes en le reino fae había de todo. Y de lo que más había eran normas.
Las reglas eran sencillas, al menos las más básicas: No permitir ser olvidados por los humanos. No mezclarse con las otras Cortes. ¿Que quiénes son esos? Los de ahí arriba, unos. Los ángeles. Se supone que los faes tienen en parte sangre de ángel y sangre de demonio. En la Corte del Infierno está... bueno, el infierno. Sí, no se cansaron mucho buscando un nombre. Los demonios nunca fueron muy originales, salvo en formas retorcidas de tortura, quizá. Y bueno, obviamente los ángeles están pasadas las nubes. Y no, no son querubines con pinta de niños igual que los demonios no tienen todos apariencia monstruosa. Hay de todo pero... bueno... ya lo dice el poeta, no es oro todo lo que reluce. A los ángeles les gusta jugar, mandar y follar, como a todos los demás. Y por eso existen los fae, las hadas, como vosotros los llamáis.
¿Y de qué iba esta historia? Pues, por supuesto, de un amor prohibido. De qué otra cosa iba a tratar si no... Volvamos al bosque.
En lo profundo de ese oscuro bosque había un claro, un claro rodeado de piedras, que lo protegía de miradas indiscretas. Allí había un único árbol, habitado por una ninfa o dríade. Era un caso especial de dríade, ya que no tenía a su familia alrededor. Estaba completamente sola y aislada en el claro. Únicamente permitía que algunos seres pasaran por el lugar, siempre y cuando fuera en paz y durante un breve tiempo. Nunca dejaba que nadie se quedara con ella. Antaño lo había permitido, incluso se lo permitió a un ángel. Ambos supieron desde el principio que estaba prohibido y que no acabaría bien. Pero no pudieron evitarlo desde la primera vez que habían cruzado sus miradas. Se enamoraron. Pero ella no podía salir del bosque. Así que fue él quien se encargó de... mudarse, supongo que podríamos decirlo. La cuestión es que nadie debía saber hasta que punto estaban comprometidos, sólo podía ser una buena amistad, a ojos del resto del mundo. Pero es la historia de una ninfa... no podía terminar bien. Los pillaron. La nobleza se enteró y los ángeles son muchas cosas, pero no son misericordiosos (eso se lo dejan a Dios, dicen). Hubo peleas, sangre y muerte. Terminó cuando él murió a manos de sus antiguos amigos. Murió cubriéndola a ella y salvando su vida.
"Chain eilfhios a chaoidh dhut air meud mo ghaoil dhut"
Esas fueron las últimas palabras que él le dijo. Y desde entonces ella habita sola en su claro. Recordando y esperando hasta estar preparada para enraizar. Y todas las noches le dice mirando al cielo: "Chain eilfhios a chaoidh dhut air meud mo ghaoil dhut". 

No hay comentarios:

Publicar un comentario