lunes, 18 de mayo de 2015

Poderes extraordinarios

Vaya, quiero escribir. De verdad que tengo muchas ganas, pero no se qué es lo que quiero escribir. Ni a quién. Supongo que quiero hablar pero no se me ocurre de qué o con quién tengo ganas en realidad. Es extraño. Yo siempre quiero hablar. En fin...
Supongo que la cosa es que odio sentirme culpable, deduzco que porque en el fondo no me gusta hacer daño a la gente. Bueno, no. No es exactamente así. No me importa demasiado hacer daño a la gente, sobre todo cuando lo merecen. Pero sí que me frustra no poder arreglarlo después. Yo soy más de llamarte zorra y luego darte un beso, por ejemplo. Así que, cuando hago algo que sé que está mal, aunque tenga buenas razones para ello, si después no me puedo disculpar o explicar (pocas cosas me gustan más que explicarme) me empiezo a sentir culpable. Y me quedo con las ganas de hacer las cosas bien.
Pero claro, hay casos en los que no es posible hacer las cosas bien, porque ser bueno no significa que no duela o que no estés enfadado. A veces hacer lo correcto significa hacer lo mejor para las personas implicadas y no lo que querrías hacer. A veces ceder no es una opción. Pero claro, la gente normal después no se siente culpable. ¿Normal yo? Más quisierais...
Y la incertidumbre... esa perra mal hablada... Si tuviera un súper poder sería la empatía o la telepatía... Vamos, cotillear en las mentes de la gente a gogó. Probablemente sería una persona notablemente desequilibrada pero estaría cheíña de razón. Sin duda. Es que lo mucho que jode no saber lo que piensa la gente, estar siempre dudan de si habré hecho algo malo, si habré dicho algo incorrecto, si les habré hecho daño, si me odian, si no me odian... Dioses, es tan agotador tener que mezclarse con la gente. En cambio si supiera lo que piensan me ahorraría muchos problemas (aunque seguro que no ganaría para aspirinas).  Que dirás tú: y te quita el sueño lo que piense la gente? pues no, para que engañarnos, por norma general me da muy igual. Pero como siempre hay excepciones, hay gente que sí importa y hay acciones que provocan una reacción para la que sería fantástico estar preparada. Pero por desgracia mi único súper poder es que puedo beber leche, ya ves, triste pero cierto.
Así que seguiré frustrada por no saber que sienten o que piensan esas personas que a veces me rodean y con las que no confío en mí misma. A falta de que me lo cuenten tendré que seguir esperando mi súper poder...

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