martes, 17 de febrero de 2015

Pongámonos en situación.

Desde la última vez que nos vimos me siento un poco insegura porque has estado distante. También puede no ser así y que a mí me lo parezca porque me siento insegura. Pero esa no es la cuestión. Después de 24 horas sin hablar casi nada empiezo a ponerme nerviosa. Puede que hayas decidido alejarte por fin. Puede que no quieras que algo así pase nunca más. Puede que te arrepientas. Puede que te dieras cuenta de que la quieres a ella y no sientes nada por mí. O puede que no. ¿Insegura yo?.

Así que después de mucho pensarlo (he tenido tiempo, ya que cada hora que no hablo contigo es una hora que dedico a pensar en cómo hablar contigo) decido que si no quieres verme más quiero saberlo, no quiero retrasar lo que sea que vaya a pasar. La paciencia no es una de mis virtudes, claro que tampoco es que tenga demasiadas.

Tras horas trabajando cuando por fin me hablas, y todo es normal, y dado que tú eres tú y no pareces tener interés en volver a verme pero yo sí tengo interés en salir de casa esta noche y, lo que es más importante, en verte, me decido a invitarte a tomar algo. Eso sí que es romper patrones, por primera vez me apetece ir a un bar y beber contigo y pasarlo bien juntos, hablar de nada, sólo estar juntos y divertirnos, como amigos que tienen muchas cosas en común.

Y eso hacemos. Salimos, bebemos, nos reímos, hacemos el idiota, como en los buenos viejos tiempos. Paseamos y en algún momento nos tocamos. Y contar lo que me gustaría entonces ya es llover sobre mojado...

Lo gracioso es que al escribir esto me doy cuenta que no creo que pueda hacerlo así, no creo que fuera capaz de decirte que nos vayamos a tomar algo, aunque me gustaría. Seguro que lo estropearía de alguna manera. Así que me quedaré callada e intentaré estar sin exigir, a ver si al final aprendo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario